Ahí está de nuevo, tras la última
aventura fallida, delante de su espejo. Tras pasar el último día narcotizada
por una sobredosis de hidratos de carbono y grasas en sus distintas insanas
variantes, viajando al reino de Morfeo y volviendo de él solo para lamentar
haber despertado, por fin se decide a enfrentarse a sus confesiones con quien
siempre la escucha pacientemente y después contesta de manera implacable, sin discreción,
ni tacto alguno. Ahí está, preparada
para lamer una hora más sus heridas, pero convencida de que ni un segundo más
le dará de tregua a su auto compasión. ¿Para qué? Eso, ya lo sabe, no sirve
para nada, aunque a ratos sea un ejercicio necesario solo para quemarse del
todo y renacer de las cenizas.
En fin, desde luego no se puede
decir que no lo esté intentando, si de algo está segura es que, a pesar de que muchas veces crea firmemente
que nada sacará en claro del sexo opuesto, lo sigue intentando. Supone que es
el empuje de la naturaleza, y a veces quisiera que no existiera en ella más
esperanza, pero ahí está, cada vez menos inocente, cada vez más escarmentada
pero al pie del cañón, sin dejar de intentar aprovechar las que cree oportunidades
de conocer a un hombre que valga la
pena. Además, después de una nueva
oportunidad que ahora casi ni cree haber dado a su relación con Jack, y
nuevamente decepcionada, necesitaba ocupar su tiempo estival con otros
pensamientos, que cualquier cosa era mejor que dedicarle a él alguno de sus
pensamientos, vaya, no quería ni pensar en él para acordarse de lo cabrón que
es. Y ya se sabe que lo mejor para no pensar en alguien es estar ocupado
pensando en otro.
En vista de que la forma
tradicional de conocer chicos y ligar está un poco difícil, básicamente por las
pocas ocasiones que tiene de salir de copas, darse un baile y demás, Luan,
a pesar de su desastrosa experiencia previa en las páginas de citas por internet, y a pesar de jurar que mucho debería de ser el aburrimiento para volverlo a intentar, ahí está, abriendo una cuenta otra vez y aunque no ha
durado nunca en ellas ni tres cuartos de hora por lo que ve inmediatamente que
se mueve en la red, esta vez, se ha impuesto no borrarse en todo
el verano pase lo que pase, que tiene claro que será como encontrar una aguja
en un pajar, pero, por la misma razón, ha de perseverar y creer que la aguja
está.
Bueno, primera confesión: algo bueno está
consiguiendo esta vez en el proceso de búsqueda, le resulta terapéutico. Eso de bloquear
a diestro y siniestro a todo aquel maromo que le entra que no cumple con el
mínimo de sus pretensiones, le está sirviendo como un saco de boxeo donde descargar,
y si además se siente inspirada y alguno
le suelta algún comentario poco adecuado, ella saca toda su acidez contestando
de la manera más hiriente, aunque, eso sí, con arte, que hay que dejar claro
que la inteligencia hay que demostrarla hasta para insultar a los bárbaros.
Hasta ahora, ha leído la cartilla sin reparos a tíos casados que tratan de
engañar a sus mujeres y a niñatos que piensan que pueden resultar atractivos a una
mujer hecha y derecha que podría ser la madre de mucho de ellos; ha
ridiculizado a tíos cuya tarjeta de presentación es la medida de su pene y ha
mandado al carajo a los muchos que van presentándose con la imagen de otro,
que, como ella dice, ¿qué se creen, que poniendo ese cebo las mujeres van a
picar? Pues desde luego Luan no está dispuesta a caer en la red de ningún
mentiroso, y esto es lo que son los que se esconden tras una falsa fotografía,
mentirosos y, para más inri, inseguros. Ahora sonríe al recordar al último
infeliz que tenía una imagen falsa en su perfil. Cuando lo confesó y le manda
la foto auténtica, resultó que a ella no le desagradó, pero era tarde, no
admitió más conversación con él, porque ya le había mostrado que era un embustero.
Se lo hizo saber y pudo imaginar como el capullo se arrepentía tras la
pantallita del teléfono. De nada
sirvieron las súplicas, ni las disculpas, ni las veces que aseguró que era un
buen chico. Ella se mantuvo firme en su norma no escrita y sintió la satisfacción
de decir NO.
Sí, ha de reconocer que si bien
no ha encontrado al hombre ideal, la experiencia digital le está sirviendo para hacerse fuerte
en sus convicciones y esto es importante sobre todo para mantenerse en su
decisión de no volver a querer saber nunca más nada de Jack. Por
más que a veces sienta el deseo y sepa
que, como a él realmente no le importan sus sentimientos, no le resultaría
difícil volver a lo de siempre, cada vez está más lejos la tentación de coger
el teléfono y tratar de arreglar las cosas, de la única manera en que podrían
arreglarse, olvidando el daño que él le ha hecho, obviándolo o lo que es lo
mismo, aguantando la humillación y dándole una razón que jamás ha tenido.
Supone que él espera que esto ocurra, pues era evidente lo enganchada que
siempre ha estado a él, pero Luan dejó de fumar hace más de ocho años, y lo
hizo de un día para otro, a pesar de haber estado enganchada al tabaco, por
tanto, sabe bien que la ansiedad es cuestión de un momento, un momento que se
pasa si sencillamente te paras a respirar profunda y lentamente mientras
piensas en lo malo que dejarse llevar por la tentación supone en tu vida. Es
una balanza demasiado descompensada ya como para que no pueda ganar su fuerza
de voluntad.
Así que ella está dispuesta a respirar
todas las veces que hagan falta antes de volver a coger ese teléfono y está
dispuesta a dar oportunidad a esa página de contactos por más imbéciles que la
puedan usar también. De los pocos con lo
que ha mantenido una conversación más allá del chat ya ha ocurrido lo que
sigue:
1.
CASO
DE LA LÍNEA ERÓTICA.
Chico guapo, de su
edad, simpático, separado hace unos cuantos meses y de vacaciones en el pueblo
de al lado. Bueno, no va a ser el hombre de su vida, pero en realidad ella se
conforma con tener a alguien con quien divertirse un rato. Parece que hay una
atracción mutua y en seguida le propone quedar para saber si esa atracción se
convierte en algo real cara a cara. El chico parece estar deseando conocerla y
se lo muestra con mensajes cada vez más subidos de tono que acompaña con
imágenes sugerentes de su propio cuerpo. Consigue encender las pasiones de Luan,
que responde animada con mensajes
más
prudentes, pero insinuantes, y deseando que llegue el momento del
encuentro.
Pues no, no hubo encuentro y
ella supo pronto que nunca hubo intención de que o hubiera.
Al ver
que el chaval no contestaba a los mensajes de
ella cuando eran para preguntarle a qué hora y qué día se verían, pero
contestaba inmediatamente cuando su mensaje era calentito, no le llevó mucho
esfuerzo deductivo
comprender que lo
único que buscaba el
chico era
autosatisfacerse a costa de lo que leía en la pantalla. Luan no se cortó un
pelo para acusarlo de calienta bragas, cobarde y gilipollas, cortó la conversación
y lo borró de sus contactos en un cero coma dos segundos, que fue el tiempo que
también necesitó para olvidarse el tipejo.
2. CASO
DEL CASADO. Aunque, por regla general, si el chico está casado o tiene pareja,
ella pasa de dar algo más que las buenas noches, lo cierto es que con este tío
hay un feeling especial. La ganó desde el momento en el que se declaró fan
ferviente de los Beatles y porque tras dejar claro que, dada sus
circunstancias, jamás habría entre ellos nada más que una amistad, él le dejó
ver que estaba de acuerdo, y que su amistad ya le valía la pena. La cuestión es
que casi se cumple un mes que hablan y Luan se siente agradecida por esta
inopinada amistad que parece que se está fraguando, pero, en el fondo, en el
fondo ella está enfadada con él, porque el hecho es que, de alguna manera,
estar registrado en una página de citas ya es estar engañando a su pareja, y,
por otro lado, aunque solo se proponga una amistad, será siempre una amistad
condicionada a la clandestinidad. Hoy, Luan no ha querido hablar con él. Sabe bien
que es el momento de poner punto y final a lo que no quiere nunca más en su
vida.
3. CASO
DEL INSEGURO. Le saluda un chico que le agrada sorprendentemente. Parece que
tiene los pies en la tierra, sano, de conversación agradable, nada vulgar y se
preocupa por cosas que no son precisamente llevarla a la cama. Quedan para ir a
la playa un día, pero la noche antes él le dice que le ha surgido un problema
en el trabajo y que no va a poder quedar. Dado los antecedentes, le pregunta
abiertamente si eso es una escusa y en realidad no tiene intención de quedar,
como el imbécil de días anteriores. El chico le dice que no es una escusa, pero
no hay manera de cuadrar el encuentro para la noche u otro día cercano. Al día
siguiente el chico confiesa que no está seguro de quedar, que esto de las citas
por internet, que patatín que patatán… Luan, algo harta ya de tonterías le dice
que si quedar con ella le está suponiendo algún tipo de angustia, mejor lo olvidan, que ella lo que busca es
divertirse y encontrar algo de paz, no que le transmitan más zozobra. El
muchacho le dice al final que lo siente, con lo que ella entiende que historia
cerrada, sin embargo, el muchacho,
contra todo pronóstico, vuelve a contactar con ella un par de veces más. Se
nota que Luan le está gustando, pero no sabe por qué razón, al final no se
decide a conocerla en persona. Bueno, Luan se da cuenta de que tampoco quiere
en su vida a alguien que se muestra tan inseguro y que buena parte de sus
conversaciones son quejas sobre su vida. No ha sido desagradable con él y ha tratado
de animarlo cuando se ha lamentado por esto y aquello, pero tras la última
conversación, ella ha decidido que no lo quiere en su vida, así que ha cerrado
ella la historia. Tiene claro que no quiere ser ni enfermera ni madre de un
tío.
4. CASO
DEL YOGURÍN. Y es que hay días que Luan pasa de todo y se lía la manta a la
cabeza. Hace
poco quedó con un señor bastante más mayor de un grupo al que
también se ha apuntado para hacer actividades en común en su zona. Todo sea por
matar el aburrimiento. La cuestión es que aquel sábado no había actividad
grupal propuesta, pero tanto Luan como el señor deseaban salir y disfrutar de
la noche veraniega, así que acordaron salir juntos, aunque dejando claro que no
era una cita sexual. Resultó una noche agradable y, por esta razón, pensó el
otro día que, si había quedado con un hombre de más de diez años mayor que
ella, ¿por qué no darle la oportunidad a un chico doce años menor? Sin mayor expectativa,
quedó con el chaval para una copa, pero estuvo muy cómoda, demasiado… y se
cumplía justo un mes de su ruptura con Jack. Combinación que, junto con los
efectos del gintonic, la llevó a acceder a dar un paso más y a invitar a su
cama al chico que accedió entusiasmado… Mientras la besaba y la cubría de
caricias, ella solo pensaba que terminara. Y, para colmo, la estupidez del chico en su afán de que ella quedara
satisfecha hizo que no manipulara bien el preservativo y se quedara dentro de
ella… total: la noche acaba en urgencias pasando más bochorno que el de la ola
de calor que nos asfixia en estos días, cuando tiene que dejarse hacer por una
doctora y su auxiliar para extraer de su vagina el cuerpo extraño.
Tan nerviosa y avergonzada estaba que acabó
con un rasguño, incómoda, dolorida y teniendo que tomar medicamentos para
evitar una infección. No, no se puede decir que fuera una
buena idea, estaba claro. Ella no puede empezar la casa por el tejado y, por
desgracia, su nivel de exigencia en el sexo pasa por sentir un deseo que solo
lo provoca un sentimiento más profundo que el haber estado cómoda tomando una
copa con alguien físicamente agradable.
Aunque lo
peor, seguramente, es que inevitablemente ha vuelto a pensar en Jack, en que no
le va a quedar otra que reconocer que lo echa de menos y que no sabe si, alguna
vez dejará de ser así. Le parece injusto y le da rabia porque todo podría haber
sido estupendo siempre si él tan solo se hubiera puesto alguna vez en su lugar,
no cree que ninguna otra mujer le vaya a dar jamás el espacio y el tipo de
libertad que él necesita a cambio de lo poco que ella requería, pero él no
quiso darse cuenta de que ese poco había que cuidarlo y valorarlo. Quizás ése, después de todo, era el problema, que nunca debió pedir tan poco.
Desde ayer se ha perdido en su dolor físico,
en sus emociones y en un número incontable de calorías que le pasarán factura mañana,
pero esta tarde ha dicho basta y ya está delante de su espejo volviendo a
recomponer su dignidad, teniendo muy claro que, en el fondo, está orgullosa de
no haber aguantado más que no la respeten. Nunca más va a pedir tan poco.
El espejo está orgulloso también de Luan, le devuelve el reflejo de una mujer guapa, en forma y sexy. Le guiña y le sonríe porque, una confesión más: a pesar de todo, te sientes bien. Hoy te vas a bailar.