CAP 11: EN TU PUNTO DEL SAL

 ¡Benditos los ojos! Si la última vez que te vi había pasado mucho tiempo desde la anterior visita, ahora ya, ¿qué ha pasado? Una eternidad, me parece...

Y bien, ¿qué te trae por aquí, Luan? Algo ha cambiado en tu cara, chica, y no es que ahora tengas más arruguitas... Te veo genial, pero genial de verdad. Parece que irradias una luz diferente. Te confieso que me tienes sorprendido... pero me alegra esa nueva cara, Luan, me alegra muchísimo.

Deja que te explore. Tu búsqueda incansable por ese amor inalcanzable se ha terminado. ¿Lo conseguiste? ¿Es eso?

 No, es otra cosa.

No te rías de mí, chica. No me resulta fácil adivinar lo que hay tras tu plácida expresión, porque no estoy nada acostumbrado a ella. Cada vez que tu corazón ha latido de amor y cada vez que te he visto feliz por ello, a la vuelta de la sístole se entreveía la catástrofe que supondría. Ahora no percibo eso, pero tampoco observo que la imagen de alguna ilusión nueva se haya colado en tu cerebro. ¡Me tienes en ascuas, mujer!

Está bien. Voy a hacer lo que me dices y me siento frente a ti en el suelo. Te veo. Sonríes tranquila y me miras, te miras, con un cariño que nunca antes te habías dedicado. Te gusta lo que ves reflejado en éste, tu espejo, tanto por fuera como por dentro. Noto tu paz. ¡¡Es eso!! Es tu paz lo que te veo diferente. Ésa es la paz de quien  ha llegado a conocer de verdad es verdadero amor. 

¡Oh, Luan, cuánto bien existe en esa revelación! Seguramente lo has escuchado toda la vida, pero las palabras resonaban como moscas zumbando en tus orejas. Ahora, si saber cómo sucedió, ni en qué momento exacto, eres plenamente consciente de que el amor verdadero es el que tú sientes por ti misma.

Sé que te gustaría poder hacer una lista con los pasos a seguir para conseguir lo que tú has conseguido, tal vez, para ayudar a que otros lo consigan de una forma más rápida, sin tanto sufrimiento como has experimentado tú. Pero estás acertada al pensar que cada cuál debe recorrer su camino hasta llegar a la clarividencia de la que ahora estás en posesión.

Es como un sueño del que no recuerdas mucho, pero del que te queda la esencia, ¿verdad? Es un regalo para ti, no trates de que lo sea para nadie más. Solo disfrútalo, porque esta vez, esta vez no se disipará con los días. Esto a lo que has llegado es para siempre.

Te sientes libre porque ya no importa quién te acompañe en el camino, ni siquiera importa si alguien te acompaña. Tú nunca te sientes ya sola porque tu felicidad no depende del acompañamiento de otro. Y eres, a la vez, capaz de gozar de los tramos en los que compartes tus pasos. Pero el apego no te lastra. No como antes. Sigues dándole importancia a tus relaciones, pero la justa. No depositas tu felicidad en la tarea pendiente de nadie. Y no te causa esfuerzo hacerlo. 

Te preguntas por qué ahora lo ves así y antes no podías hacerlo. Supongo que para llegar a tener claro todo esto has debido pasar por un proceso. Tal vez ahora ni te das cuenta de cómo ha sido, pero lo has hecho. Tal vez, al principio, empezó siendo tortuoso, un duelo. Pero el día que llegaste al límite y cerraste para siempre la puerta de tu casa a Jack, comenzó la senda que te ha traído esta felicidad sin peros que es la que me muestras hoy. 

Sé que te costó, y debiste llorar mucho, me lo imagino. Como imagino lo que le habrás echado de menos. Seguramente, conociéndote como te conozco, seguiste un poco más queriendo tapar ese agujero con nuevas ilusiones que tampoco funcionaron. Seguramente tu lista de desencantos tuvo que aumentar un poco más para, finalmente, llegar a no desear seguir intentándolo. ¿Fue así?


Seguramente, habrás pensado en alguna ocasión que llegar a donde estás ahora es fruto de la resignación o de haber tirado la toalla. Tal vez, has pensado en algún momento que te has conformado con estar sola y lo has disfrazado de elección personal. 

Mira, Luan, es posible que haya sido así durante algún tiempo, pero sea como sea, ahora ya no lo es. Resulta que ahora creer que es tu elección vivir la vida como la estás viviendo no es un disfraz. Cuando me miras, cuando te miras, no ves un deseo oculto de tener lo que no tienes. Realmente sientes que no te sobra ni te falta nada. Vaya, vaya, Luan, ¡estás en tu punto del sal!

¿Qué te dicen tus amistades, Luan? Sí, ya me imagino... Seguro que está quien tras alegrarse de verte tan bien, te dice que seguro que ahora que ya no persigues es amor, te llega sin más. ¿A que sí? Es posible que sea así, pero, Luan, también es posible que no aparezca nadie. Me emociona ver tu interior contestándome. Tienes claro que ni lo uno ni lo otro son posibles que te condicionen. Solo te preocupa tratarte bien a ti misma. Has visto que todo el amor que te quemaba dentro y que debías entregar tiene un receptor que eres tú misma. Y qué bonito lo haces, Luan. Al quererte, quieres sin condiciones al mismísimo Universo. 

Eres muy hermosa, Luan. Tu energía tiene el color de la jacaranda florecida. ¿Sabes lo que más me gusta de la jacaranda? Que cuando las flores caen forman una alfombra preciosa en el suelo. Te veo en ese paseo surcado por jacarandas a ambos lados del sendero y a ti en medio del camino rodeada por el malva de las flores que aún prenden en los árboles y del violeta que tapiza el piso. Te veo con esta sonrisa que ahora me estás mostrando, con tu paz, Luan, por fin, tu paz.